martes, 27 de enero de 2015

Tradición

Comenzaba el toque de queda y nos encerrábamos en el local a tomar vino para olvidar. Unas cañas de vino y unos perniles. No había más. Tampoco necesitábamos más para olvidar. O eso al menos creía en ese entonces. El viejo le daba un sorbo a su vaso con vino y miraba a su nieto, que escuchaba atento su relato. Teníamos un casete de Peralta y lo poníamos la gran parte de las veces. No muy fuerte, porque se podía escuchar desde la calle. Si teníamos suerte llegaba alguno de los compañeros con guitarra y cantábamos en silencio algunas de nuestras favoritas. Veía los acordes hechos por ellos, borrosos por el vino, las lágrimas y el humo del cigarro. Si nos poníamos valientes los hacíamos sonar y todos vibrábamos cantando los himnos de lucha y de amor. Al nieto le costaba entender esto. Miraba principalmente los rayados de las paredes hechos en servilletas o cualquier papel que se tuviera a mano. El viejo le daba un sorbo al vino y sentía entrar por su nariz los aromas del almuerzo. Harto comino, orégano y vino. Qué buenos recuerdos tengo de este lugar. Cuando tu papá cumplió dieciocho lo traje para acá. Pasamos toda la noche en lo que nos convocaba. Comer, tomar y fumar. Siempre me acuerdo de las prietas. Unas maravillas. Las preparaba doña Tita. Los arrollados igual. Una pena que esté muerta y nadie siguiera su tradición. Las que sirven ahora no están mal. Pero, mijo, sólo pensar en eso. Ayayai. En ese rincón le pegaron un tiro al Pedro. Una de las tantas veces que entraron mientras estábamos de juerga. Por eso está esa placa ahí, tampoco han tapado el hoyo que dejó la bala. Estábamos cantando y entran estos perros. No me acuerdo por qué estaban buscando al Pedro. Pero alguien lo echó al agua. Y de pasada al local. Bueno, después lo cerraron, pero siempre volvíamos al templo. A la catedral, como le decía el Pedro. Todos devotos del mismo lugar. Devotos de las juntas semanales. A veces diarias, si las chauchas acompañaban. Ya pues, mijo, cómete el puré picante. Y no me vengas con hueás. Tenís que hacerte hombrecito. Tu viejo no está, pero igual quise mantener la tradición. Esperaba que vieniéramos los tres hoy, desgraciadamente no se puede.  No todos los días se cumplen dieciocho años.

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