domingo, 11 de enero de 2015

Quizás tanta soledad me abruma en estos momentos. Bueno, no tanto, pero es extraño estar solo en una casa en el campo. Es extraño el silencio. Salvo en contadas ocasiones he estado así. Escuchando sólo mis pensamientos, y uno que otro pájaro trinar. Sin ruidos de bocinas, de motores y otros elementos que son característicos de una ciudad como Santiago. Debo decir que lo extraño, porque toda mi vida ha sido así. Mucho ruido. Mucha velocidad. Creo que podría llegar a acostumbrarme a esto. Pero no lo quiero. Me gustan mucho las ciudades como para vivir en el extrarradio. Es bacán esa sensación de consumir lo que uno cultiva. En verdad yo no he cultivado ni plantado nada de lo que hay acá. Pero sí estoy haciendo uso de eso. Salir en la mañana, alimentar a las gallinas, tomar los huevos que han puesto y luego prepararlos a la copa con un pan recién horneado. Quizás cuando los árboles de cítricos den sus primeras frutas, cortarlas y comerlas a la sombra mientras corre el fresco viento sur de la tarde. De momento me conformo con el proyecto que tengo de hacer una huerta en el balcón del departamento. Sin duda la agricultura es una tema interesante. Ver el crecimiento de las plantas que siembras, alimentarlas para que luego te alimenten. Este proceso lo he visto con el palto que estoy haciendo crecer. Ya debe tener un tallo de veinte centímetros. Tal vez le estén saliendo las primeras hojas. O quizás se murió. Sólo cuando llegue a Santiago lo sabré. Para eso quedan diez días. Diez días en que seguiré con una vida de tranquilidad, tratando de escribir mi memoria, alimentando gallinas, gansos, perros y gatos. Sería bueno poder generar una especie de campo dentro de Santiago, un buen proyecto para un futuro no tan lejano, espero. Mientras, seguiré con mi palto, hierbas y leyendo lo que más pueda sobre plantas. Buenas noches.

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