domingo, 20 de septiembre de 2015

Arado

Con la fuerza de un caballo de tres patas
tirando de un viejo arado de madera
a punto de deshacer el último terrón
al igual que se rompe la confianza entre los dos.

Las raíces penetran en la tierra y crecen
crecen, crecen, crecen. Algunas son más
fuertes que otras, Resisten más. Algo así como
un borracho de cantina, experto en resistir estoicamente
a la siguiente ronda, contra un adolescente que apenas
bebe dos sorbos de cerveza.

Que siente el amargor y no le gusta, busca
cosas dulces. No sabe aún lo que es estar mal.
No sabe que la vida es parecida a la cerveza:
amarga, fría, Le gustaría que fuera dulce y cálida.
¡Pero imagina una cerveza caliente!
Ahí sí que la vida andaría mal.

Con la raíces empieza a crecer la planta
o el tubérculo. Y tenemos papas, zanahorias, tomates
y no sé cuántas otras verduras y frutas más.
Pero lo que nos sobra de eso ya sabemos dónde va
a parar. Al estómago a mal traer de ese que un día fue un gran
corcel y que ahora, más encima cojo, sirve sólo para tirar
un pesado y antiguo arado de madera.