domingo, 24 de mayo de 2015

La noche sin rebote

No sé cómo catalogar el siguiente hecho: salir a comprar cigarros a las dos de la mañana en víspera de feriado. Que todos los locales cercanos a la casa estén cerrados. Volver a la casa, con pena, o lata, porque no será lo mismo la conversación con los amigos sin cigarros. Patear, con rabia, una cajetilla de Lucky Strikes en la calle, sentir que está pesada, recogerla, abrirla y ver que en su interior hay 18 cigarros.

Me pasó con mi amigo Manuel, el miércoles pasado. José nos esperaba en casa porque le daba paja salir. A la vuelta le contamos y quedamos en hacer un mini concurso: escribir la historia de buena forma, después cada un las leería y emitiríamos nuestros comentarios. Sin premios, que recuerde. Bueno, aquí va mi versión.

Siempre hay una buena excusa para juntarse con los amigos a conversar y quemar el tiempo con unos cigarros o alguna sustancia de esas que a los pacatos les gusta prohibir porque sí. En realidad, no tiene que haber ningún hecho que gatille las juntas, pero si hay fin de semana largo siempre es bueno realizar el ritual. Es más menos como sucede siempre. Una llamada o un mensaje son suficientes para comenzar el peregrinaje de nueve pisos para llegar a destino.

Siempre empieza entre dos o tres, quizás cuatro o cinco si es que los otros ya han llegado. Pero esta vez éramos sólo dos. Unos Camel corrientes encendieron la conversa y las ganas de una cerveza. Puede parecer que las ganas de ese líquido dorado y espumeante siempre están, pero no es así. A veces se minimizan con una taza de té y otras veces con Coca-Cola. Esta vez, las ganas eran mayores, así que nos embarcamos a comprar aquel brebaje, compañero de infinitas tertulias.

Ya con las cervezas en nuestro poder, cenamos, la carne que habíamos dejado preparando en el horno mientras salimos. Al rato, un llamado y se sumó el tercer miembro de la comitiva, quien llegó con más latas de cerveza, mas no con cigarros. Aquí comienzan los problemas.

Los cigarros del camello ya escaseaban y los mentolados del tercer integrante calentaban poco. La solución: ir a comprar cigarros. Que vamos todos, no, mejor que vaya sólo uno. Al final nos decidimos y partimos dos.

Lo que pasó en ese entonces es historia conocida. Al menos se las mencioné como resumen. Y me da paja escribirla detalladamente, Lo importante es lo medular. No reímos del pelotudo al que se le perdieron los cigarros. Pero cayeron en buenas manos. O bocas. O pulmones. Y en un cenicero de Nescafé tradición.

Lo mejor es que nos abrigaron en la fría noche. Después los reemplazamos por unos Philip Morris, o Pipe Morales, que le compramos a un caribeño en un servicentro después de haber ido a sacar plata para comprar más cerveza. y de que apareciera un pelotudo que se puso a hablar en inglés con una pronunciación digna de Apu.

En fin, terminamos con cigarros, cervezas y buena conversación con los amigos de siempre, en la que llamamos "la noche sin rebote".

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