lunes, 25 de mayo de 2015

Actualización de ruteos

Aprovechando estos días libres (más libres de los que ya vengo teniendo has más de un mes), tomé mi bicicleta y partí con destino a Lo Hidalgo. El camino ya lo conocía. La semana pasada había ido a la cuesta La Dormida y la había sorteado sin dificultades. El recorrido esta vez era similar, con algunas variantes: no pasar por el aeropuerto y conocer el Camino Lo Boza para llegar a Vespucio. La secuencia es sencilla, Carrascal hasta el fondo, cruzar el Mapocho, seguir por la misma calle, que se pasa a llamar Condell y después Camino Lo Boza. En algún momento hay una curva y es ahí donde me salí del Lo Boza llegando a Brasil. Parece que en ese sector este camino deja el concreto y toma las faldas del cerro en un camino de tierra, el cual no pude divisar. Pero llegué a Vespucio conociendo un lugar de Santiago por el cual no había pasado.

Desde Vespucio ya era camino conocido para llegar a TilTil. Lo Echevers y su hediondez característica a animales muertos, aguas estancadas, basurales y quizás cuánta cosa más. Lo bueno es que pasando el cruce con Agua Claras esto decae y da paso ya a un aroma más campestre, por ponerlo de algún modo. Con la aparición del primer perro atropellado en el camino me puse a contar cuántos animales pillaba sin vida en la berma durante la travesía. El contador final: siete, lo que me puso un poco triste. Esta vez el viaje fue sin detenciones. La primera parada la realicé en el kilómetro 5 de la cuesta La Dormida.

Desde el kilómetro 3 me venía siguiendo un perro. Era negro. Se presentó con unos ladridos temerarios, haciendo que me bajara de la bicicleta para acariciarlo. Mala idea -o quizás buena-, debido a que se transformó en mi compañero de viaje. Siguió a mi lado, a mi ritmo por los siguientes 5 km. Que fue donde corté cadena. Caramba. Qué mala suerte. No quedó otra que empezar a caminar junto a la chancha para alcanzar la cima de la cuesta.

Alcancé a caminar cerca de un kilómetro, más menos hasta el cruce a Caleu, cuando se me ocurrió hacer dedo. Ahí fue que un camionero me paró y me llevó en la parte de atrás de su pequeño camión. "Hasta la bajada de la cuesta no más, que después hay pacos". Fue en ese momento, en que el perro comenzó a seguir al camión quedando relegado debido a que sus trancos no le daban para igualar la velocidad de la máquina.

Ese día estaba bastante helado. La bajada de la cuesta hacia Olmué fue una tortura. Olvidé ponerme el cortavientos y me congelé en la bajada. Llegando a Quebrada Alvarado me bajé del camioncito y me puse a caminar. En un comienzo pensé que era Olmué y me disponía a buscar una tienda de bicicletas para salir del imprevisto. Al notar que no era el lugar me puse a caminar hacia Olmué. 

Doce kilómetros separan Quebrada Alvarado de Olmué, una larga distancia considerando que había que hacerla caminando. Recurrí nuevamente a hacer dedo. Paró una camioneta roja. En su interior tres mujeres. Una familia. Tres generaciones. Dejé mi bicicleta en el pick-up y me invitaron cordialmente a subir a la cabina trasera. Iban escuchando a Silvio. Canté y me acordé de mis amigos. Crucé con ellas algunas palabras. Sólo lo necesario, para no interrumpir su conversación. Me dejaron en el cruce del camino hacia la cuesta La Dormida de Limache con el ex-troncal sur.

Ahí terminó mi viaje. Aún tengo la bicicleta sin cadena ya que no encontré un lugar para repararla en la zona.

Ruteos actualizados al 25/5/2015.

La imagen que ven es una actualización con los ruteos que he añadido a mi mapa desde la última vez que subí la imagen. Se añaden las idas a Farellones (curva 15, Yerba Loca), Cajón del Maipo (con regreso por El Toyo), Rancagua (por la Cuesta Chada), dos subidas a la cuesta La Dormida (la última fallida y con destino a Lo Hidalgo).

Sería interesante ir a hacer las cuestas al poniente de Santiago y pedalear por la ruta 68. Bueno, esas vendrán cuando vuelva a tener la bicicleta con cadena.

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