domingo, 25 de noviembre de 2012

Taxi

Venía llegando a Santiago, sucio,, sin haberme bañado en tres días. Es que en el camping no habían duchas. Bueno, en realidad si habían, pero solo tenían agua helada y no me iba a bañar con agua helada. Prefería quedarme con el pelo lleno de sal producto de la brisa marina. Pelo tieso como los pelos de una escoba. Venía llegando a Santiago, y hacía mucho calor, calculo unos 33°C. Y no tenía ganas de irme en micro, así que me acerqué a un taxi que estaba estacionado.
-Compadre, ¿está libre?
-Sí, suba no más.
El asiento estaba caliente, al parecer unas señoras que venían del supermercado habían estado sentadas en el taxi.
-chuta, qué calor-, dije, para hacer más ameno el viaje, el retorno a la capital.
-sí, mucha calor.
-¿han estado todos estos días así?
-no tanto, pero igual sí-, comentaba el taxista.
Sonaba la radio, querida, dime cuándo tú, dime cuándo tú vas a volver. 
-¿y de dónde viene?
-de Los Vilos, allá no estaba tan caluroso como acá.
Empiezan a sonar bocinazos, el taxista dice algo que no logro entender, pero es relacionado con su madre, luego logro captar algo de lo que decía.
-mi mamá está lejos, como a 400 kilómetros, no sacan nada con sacarla a conversación.
-ah, ¿dónde está?
-en Chillán.
-esa ciudad si que es un horno.
-sí, es terrible.
Luego le dije al taxista que me dejara pasado Lira.
-en el edificio café, ¿cierto?
-el mismo.
Le pagué la carrera, que salió algo así como luca quinientos, le pagué con dos lucas y le dejé el vuelto.
-Buenas tardes, que tenga un buen día.
-Igualmente, compadre.

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