Sentí que faltaba algo en mi
habitación. No sabía qué era, y tampoco indagué más en el asunto. Seguí
haciendo las cosas que estaba haciendo. Nada importante en verdad. Había estado
todo el día en pijama y acostado, y seguía en lo mismo. Total, un día en que no
haga nada no le hará mal a nadie. Volví a pensar en qué faltaba en mi pieza. De
un momento a otro me di cuenta qué era lo que faltaba. Sonido. En verdad,
música. Sonidos hay siempre: el ruido de un bus, el ladrido de un perro, los
gemidos de algunos vecinos haciendo el amor, el ruido de alguna televisión
lejana. Pero en mi pieza sonaba música y de un momento a otro dejó de sonar. El
disco se había terminado, había dejado de girar, y con esto, la música había
acabado. No queda más que volver a poner un disco y apretar el botón play.
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