viernes, 13 de febrero de 2015

Migas de pan

Me desperecé y logré poner los pies en el suelo. Me costó mucho. Había sido una larga noche y la comodidad de mi cama me lo hizo más difícil, pero lo logré. Un par de bostezos, de esos bien largos y ruidosos, una refregada de ojos para quitar esos granitos que parecen arena que te pegan los ojos sin dejarte ver nada del día que comienza. Ahí estaba yo. En el limbo entre la cama y el piso. El primer paso fue agradable. Bueno, quizás no tanto, pero el segundo sí que lo fue. Me gusta la sensación de pisar migas de pan duras. Lo siento como un masaje y eso que no me gustan los masajes. Luego de seguir un par de instrucciones como dictaba Cortázar me puse a andar. Quizás hasta subí una escalera, pero eso no lo podría aseverar, dado que no recuerdo si mi casa tiene o no escaleras. Pero digamos que sí para hacer esto más interesante. Bueno, en teoría si hay una escalera debería haberla bajado. Se supone que las piezas están en el segundo piso y la cocina en el primer piso. Por tanto, podría darme el lujo de escribir "instrucciones para bajar una escalera", aunque sea una copia burda de ese gran escritor. Me lavé la cara en la canilla de la cocina (qué extraño decirle canilla). Masqué un pan duro y un durazno que aún no maduraba. Qué terrible es desayunar mal. Seguía pisando migas de pan duro en la cocina. No sé cómo no hay hormigas, pensé. Siempre he pensado que no hay que fumar antes de mediodía. Pero tenía ganas. Así que prendí un cigarro y lo fumé con toda parsimonia. Ponía atención en el crepitar del papel y del tabaco. Qué maravilloso sonido. Me vi reflejado en el vidrio del horno eléctrico -eléctrico, no de microondas. Esas hueás son para los maricones-, y vi mi pelo enmarañado. Decidí ir a peinarlo y terminé lavándolo. Me corrí una paja en la ducha, pero no me fui. El pelo ya no estaba más hecho un lío, pero estaba mojado. Las gotas de agua caían al suelo formando un pequeño charco. El piso del baño estaba mojado. Y el piso de baño también. Uno es cerámico y el otro es de algo parecido a la lana, pero no sé. Volví a bajar la escalera. Ya podría decir que soy un experto en bajar escaleras, mas no en subirlas. Cuando chico me tiraba de poto por la escalera. Después mi abuela me retaba y me decía que me podía quebrar la espalda haciendo eso. Nunca le hice caso y nunca me quebré la espalda. Menos mal. Qué paja andar en silla de ruedas. Me terminé de vestir sobre las migas de pan duro. Y me fui a jugar a la pelota a la cancha del barrio. A lo lejos se escuchan los autos. En realidad se escuchan bien cerca. Y pasan rápido. Yo meto un gol. Y otro más. Al rato siento algo extraño pero agradable en el zapato. Me detengo en medio de la cancha. Todos me putean. Yo tranquilo me quito el zapato, luego la media y descubro un par de migas pegadas en mi pie.

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